2010 CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE MIGUEL HERNÁNDEZ
NUESTRA ESCUELA: MIGUEL HERNÁNDEZ
Uno no elige su propio nombre. Es algo que normalmente nos viene dado por nuestros padres. Habitualmente los maestros y estudiantes tampoco tenemos oportunidad de poner el nombre al colegio donde trabajamos. Pero en nuestro caso, es difícil sentir indiferencia ante el que nos ha tocado en suerte: Miguel Hernández. Y es que tanto en la figura humana como en la obra de este humilde gran poeta aparecen con viveza los valores que deben inspirar nuestra cotidiana convivencia escolar: solidaridad, alegría de vivir, amor, libertad y sentido ético y estético.
Con esta exposición intentamos mostrar a un Miguel Hernández cercano y, a pesar de los años transcurridos, vivo aún entre nosotros a través de su poesía y el recuerdo de su propia vida, tan breve, tan intensa.
Tenemos la ilusión de que Miguel Hernández sea algún día una especie de miembro invisible de nuestro Consejo Escolar, sin voto claro está, pero ¡con qué voz!, elegido por aclamación por todos los sectores de la Comunidad Educativa para encargarse de impartir a diario la lección (sin notas) de la poesía.
NUESTRO ESCUDO
En el año 1941 Miguel Hernández se encuentra preso en la cárcel de Alicante. Privado de libertad y aquejado por la enfermedad y la penuria, su recuerdo enamorado se dirige permanentemente a su familia. En esa fecha envía una tarjeta a su hijo en la que aparece el poema Niño (que incluye la dedicatoria, "a Manolillo, mi hijo, en su cumpleaños") y que ilustra con el dibujo reproducido sobre estas líneas. De esa imagen, salida de la mano de nuestro más querido poeta, hemos tomado el escudo que el Colegio ostenta con orgullo y que tanto sentido concede a la tarea educativa que desarrolla.
A continuación se ofrece una reproducción de sus versos, un canto esperanzado a la infancia cargada de futuro. Y de presente.
Ala que irás muy alto. Torre de día eres del tiempo y del espacio Niño: ala, rueda, torre. Pie. Pluma. Espuma. Rayo. Ser como nunca ser. Alborear del pájaro. Eres mañana. Ven con todo de la mano. Eres mi ser que vuelve hacia su ser más claro. El universo eres que gira esperanzado. Pasión del movimiento: la tierra es tu caballo. Cabálgala. Domínala. Y brotará en su casco su piel de vida y muerte de sombra y luz, piafando. Asciende, rueda, vuela, creador del alba y mayo. Alumbra. Ven y colma
el fondo de mis brazos.
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Miguel Hernández Gilabert nació el 30
de Octubre de 1910. Su padre se dedicaba a la cría y comercio
de ganado. El nacimiento del nuevo hijo le llenó de satisfacción
al pensar que sería de gran ayuda en el negocio familiar.
Estudió en el Colegio de Santo Domingo, en
calidad de alumno pobre. Su etapa escolar es muy reducida. Sólo
abarca desde los ocho a los catorce años, pero es intensamente
aprovechada por Miguel que busca calmar su sed de cultura.
Cuando tiene que abandonar los estudios para ayudar
a su padre en el pastoreo de las cabras, sufre un fuerte trauma pues
aspiraba a adquirir una sólida formación. Pero Miguel
sigue cultivando su inquietud cultural y así, en su zurrón
de pastor, no olvida poner cada mañana junto con la comida que
le prepara su madre, libros de poesía que le distraían en sus
largas horas de soledad; Garcilaso, Rubén Darío,
San Juan de la Cruz, Gabriel y Galán eran algunos de sus preferidos.
Por aquel entonces comienza a escribir sus primeros versos y empieza a ser
conocido como "el pastor poeta".
La adolescencia de Miguel Hernández se desarrolla
entre su trabajo de pastor, sus juegos juveniles, sus lecturas, sus poesías
y, sobre todo, las tertulias con sus amigos y compañeros como Carlos Fenoll
y Ramón Sijé, a quien dedicaría la famosa Elegía.
Los amigos de la tertulia oriolana animan a Miguel
a viajar a Madrid para buscar allí el aliciente que no encuentra
en su ciudad natal. Después de reunir unas cuantas pesetas entre
todos los amigos, marchó a la capital de España con una
maleta en la que llevaba, como todo equipaje, una muda limpia, un bocadillo
para la cena, cuartillas con poesías y recortes de sus poemas
publicados en los periódicos locales. Contaba 21 años.
El poeta se encuentra solo en la gran ciudad, lejos de su tierra y de su gente.
Al ver que no consigue sus objetivos, harto de llamar a las puertas de quienes
le podían ayudar, sin un céntimo en los bolsillos y después
de seis meses en Madrid, decide regresar a su pueblo.
A pesar de este fracaso, en 1934 repite viaje. Lleva en su
equipaje su primer libro recién publicado Perito en lunas.
De nuevo en Madrid conoce a Pablo Neruda que tanto le ayudaría en
su perfeccionamiento poético y a Vicente Aleixandre, en quien
encuentra un verdadero amigo. Su estancia en Madrid se ve ensombrecida
por la noticia de la muerte de Ramón Sijé,
su "compañero del alma".
Miguel se va abriendo camino en el mundo literario de
la época. Encuentra trabajo como colaborador de J.Mª.Cossío
en la redacción de su obra enciclopédica Los Toros.
Su producción poética y literaria va en
aumento y publica El rayo que no cesa, obra de gran importancia que
recoge todo el amor que siente por su novia y gran musa: Josefina Manresa.
TRISTES GUERRAS
SI NO ES AMOR LA EMPRESA
Al estallar la Guerra Civil, en 1936, Miguel se
enrola en el ejército republicano. Su hondo sentido de la
justicia y su experiencia de pobreza y sufrimiento le inclinan a
defender la causa de los trabajadores y los pobres. Como Comisario de
Cultura, Miguel viaja por diversos lugares de la geografía
española pronunciando conferencias, representando obras de
teatro y recitando sus poemas.
Invitado por el Ministerio de Instrucción
Pública, asiste en Moscú al V Festival de Teatro
Soviético, al regreso, al regreso se encuentra con la publicación
de su libro de guerra, Viento del Pueblo, dedicado a Vicente Aleixandre.
La obra contiene poemas tan conocidos como Andaluces de Jaén,
Vientos del Pueblo o El niño yuntero.
El 9 de Marzo de 1937, en plena guerra, se casa con
Josefina Manresa. Tienen poco tiempo para estar juntos, ya que Miguel
tiene que desplazarse al frente en repetidas ocasiones. Cuando se encuentra
en la batalla de Teruel recibe la noticia del nacimiento de su primer hijo
Manuel Ramón. Pero la felicidad dura muy poco ya que, a los diez meses,
muere este hijo en el que tantas ilusiones había depositado.
A escasos meses del final de la guerra, el dolor de esta
pérdida se ve compensado con la alegría del nacimiento de
su segundo hijo, Manuel Miguel. Por estas mismas fechas edita su libro
El hombre acecha que dedica a Pablo Neruda.
Al terminar la guerra en 1939, Miguel intenta pasar
a Portugal, pero es detenido en la misma frontera y entregado a la Guardia Civil.
Encarcelado, comienza la redacción del libro Cancionero y Romancero de
ausencias, en el que manifiesta su honda amargura por la situación
que atraviesa y su profunda preocupación por su esposa y su hijo.
Inesperadamente, es puesto en libertad provisional.
En Orihuela, a donde había acudido para reunirse con su familia
es detenido de nuevo. En la cárcel se encuentra con el dramaturgo
Antonio Buero Vallejo con el que hizo gran amistad, de la que queda el
testimonio de un famoso retrato que le hizo Buero.
Miguel es juzgado en Consejo de Guerra y condenado a muerte.
Tras la presión ejercida por numerosas personalidades nacionales y
extranjeras, la pena es cambiada por la de treinta años de prisión.
Miguel continúa su calvario de cárceles. La miseria, las enfermedades
y el alejamiento de su mujer y su hijo van minando su salud de hombre acostumbrado
al campo y la montaña, y que se ve encerrado entre cuatro paredes.
A pesar de todo, aún le quedan ánimos para escribir a su esposa
animándola en su soledad. Así mismo prepara juguetes de madera para su
hijo y compone poemas para sus compañeros de prisión.
Enfermo y desesperanzado es trasladado al Reformatorio
de Alicante, su tierra, donde puede recibir con más frecuencia
las visitas de su mujer, su hijo y familiares. Cada viernes acude su mujer
a la cárcel para llevarle algo de alimento y medicinas. Estos encuentros
con su familia le dan ánimos para soportar las penalidades carcelarias,
pero la enfermedad va robándole la vida poco a poco.
El 28 de Enero de 1942, a los 31 años, muere Miguel
Hernández en la enfermería de la prisión de Alicante.
Un pequeño grupo de amigos y familiares le acompañaron hasta
el cementerio. La sencilla sepultura en la que está enterrado tiene
una lápida con una breve inscripción que nos recuerda que
allí reposan los restos de un poeta grande y humilde.
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